Antecedentes
La investigación e innovación en biotecnología resulta de suma importancia para el sector agropecuario en Uruguay. En particular la soja, que ha crecido hasta convertirse en el principal cultivo del país con cerca de 1,4 millones de hectáreas, utiliza prácticamente en su totalidad semillas mejoradas a partir de métodos moleculares.
En Uruguay, la productividad física (kg/ha) del cultivo de soja se considera baja, situándose en promedio para el período 2003-2013 en 600 kg/ha por debajo del promedio de productividad de países como Argentina, Brasil y EUA. A su vez, esa productividad en Uruguay presenta una alta variación interanual, asociada en gran medida a carencias en la disponibilidad de agua para el cultivo, seguido por aspectos de manejo, nutricionales y sanitarios.
Esta productividad, baja y variable, representa una amenaza para la competitividad del cultivo en un escenario de probables costos crecientes y precios que se han estabilizado en niveles menores a los de las últimas zafras.
En este contexto, el mejoramiento genético mediante el desarrollo de material tolerante al tipo de sequía que se da regularmente en Uruguay, y la mejora del comportamiento frente a la presencia de enfermedades del cultivo, representan una importante oportunidad para el país. A su vez, la posibilidad de aumentar las capacidades locales para comprender las variables claves de competitividad de la agricultura y de incidir en ellas con métodos eficientes, constituye un aporte relevante.