La fuerza motora para el desarrollo de la enfermedad son condiciones de humedad alta al momento de floración de los cultivos y luego durante el llenado de grano que favorecen la infección y el desarrollo de la enfermedad. Espigas mojadas durante dos a tres días y temperaturas óptimas de 22 a 28ºC son suficientes para producir infección. Sin embargo, el rango de temperatura en que se puede producir infección siempre que haya agua libre sobre las espigas es de 10 a 30°C.
 
Si bien las condiciones climáticas son decisivas en el desarrollo de epidemias de FE, existen otros factores que contribuyen a una mayor incidencia de la enfermedad. La presencia de grandes volúmenes de rastrojos de cultivos susceptibles u otras gramíneas (pasturas, malezas) que permanecen sobre la superficie del suelo, representan una fuente de inóculo permanente. En especial los rastrojos de trigo, cebada y maíz constituyen un reservorio importante del Fusarium graminearum e incrementan significativamente la carga de inóculo en nuestros sistemas de producción, (Figura E y F). El rastrojo de soja puede también mantener al hongo y producir inóculo primario.
 
Otro factor que contribuye al rápido desarrollo de la FE son los cultivares de trigo susceptibles a esta enfermedad. Afortunadamente, gracias al énfasis puesto en la liberación de variedades con niveles de resistencia genética aceptable a FE, disponemos a nivel comercial de varias adaptadas,  con buen potencial de  rendimiento de grano  y de calidad industrial adecuada.

Rastrojos
FIGURA E Rastrojos de trigo con estructuras oscuras (peritecios) que dan origen a esporas, inóculo primario para la Fusariosis de la espiga.
FIGURA E Rastrojos de trigo con estructuras oscuras (peritecios) que dan origen a esporas, inóculo primario para la Fusariosis de la espiga.
FIGURA F Rastrojos de maíz con estructuras oscuras (peritecios).
FIGURA F Rastrojos de maíz con estructuras oscuras (peritecios).